Pi Nan y Noriko, las almas de Mindful farmers

Una huerta orgánica llevada por un granjero tailandés que hace algunos años colgó sus hábitos budistas para entregarse al completo a la vida de campo y que ahora vive con su esposa japonesa Noriko y la pequeña Nobara. Bienvenidos a Mindful Farmers, un pequeño remanso de calma y tranquilidad localizado en el pintoresco valle de Samoeng, a 4 horas de Chiang Mai.

Pi Nan, Noriko y Nobara

Teníamos ganas de hacer algo diferente así que durante 3 días cambiamos nuestro teclado por regaderas y azadas, nos ensuciamos de tierra hasta las cejas y dejamos atrás el bullicio de las ciudades para experimentar la vida sencilla y entregada de las granjas: la de Pi Nan era un buen punto de partida donde poner a prueba nuestras inexistentes habilidades granjeras y disfrutar del placer de los pequeños detalles del día a día, afianzando nuestro contacto con la naturaleza a la vez que practicando la contemplación interior mediante la meditación.

Sin prisa alguna y con alguna pausa que otra, la rutina diaria de los voluntarios comienza las 6:30 de la mañana para empezar con algo de meditación individual, regar las plantas, refrescar los huertos y preparar el desayuno que tomábamos todos juntos a las 8h. En dos de ellos, Pi Nan nos sugirió a hacerlo en silencio observando el valle, casi como si meditáramos, por lo que cada bocado era altamente concentrado y despierto. Practicábamos la atención consciente en un acto tan habitual como era alimentarnos.

Amanecer sobre la granja

A continuación, manos a la obra: por fotos que habíamos visto con anterioridad, la granja se había desarrollado con bastante rapidez desde sus inicios aunque todavía quedaba mucho trabajo por hacer. Así que ayudamos en lo que mejor supimos creando nuevos bancos para plantar, aireando el abono, trasladando tierra de un lugar a otro y regando frecuentemente. Todo esto bajo un ritmo pausado, colaborando con otros compañeros más experimentados que también ayudaban y que con sonrisas y mímica nos echaban una mano sin necesidad de hablar la misma lengua.

«Si no hay abono no hay flores y si no hay flores, no hay vida» escuchábamos mientras arábamos el campo. Pi Nan es un hombre de pocas palabras (se notan sus 20 años de monje en el monasterio del pueblo) pero las pocas que dice, las formula con mucho sentido tras su sincera y enorme sonrisa.

Riquísima comida vegana

Doce del mediodía, hora del almuerzo y el descanso. Una de las cosas que más me han fascinado de la experiencia en la granja ha sido la comida: totalmente vegetariana y con un 90% de los platos veganos, se aprovechaba todo y con muy poco se hacían combinaciones de ingredientes sencillos que se transformaban en una comida deliciosa y variada. Ensalada de papaya con zanahoria, tomates y tamarindo, jackfruit desmenuzado con salsa de soja, sopa de arroz con legumbres y verduras, ensaladas de hojas y flores recién recolectadas… La imaginación culinaria sobrepasaba los límites de cualquiera de los presentes. Y como merienda, no puedo olvidarme de los plátanos (finger bananas) tan buenos que recogíamos cerca de los huertos.

El tiempo libre hasta el turno de tarde lo combinábamos entre lavar los platos, siestas, lecturas y diarios personales. El ambiente que se respiraba era de satisfacción plena tras haber cumplido las labores planeadas al inicio del día.

Recogida de plantas para cocinar

La jornada laboral continuaba tranquila hasta las 17h, con tareas más ligeras y plácidas como regar y recoger plantas para la cena. Éstas se incluirían por completo en el plato ya que según el ex-monje, «si se puede comer el fruto, se puede comer la flor, la hoja y el tallo».

En una de esas tardes, vimos a Pi Nan algo preocupado ya que había advertido una pequeña plaga de insectos sobre las hojas de mizuna, un tipo de hierba japonesa de sabor picante parecido a la rúcula y que le habían pedido por encargo en un restaurante orgánico Bangkok para dentro de un plazo de 2 semanas. Ocurrido esto, ¿qué dilema moral se le plantea a una persona que cree que no debe matar pero que depende muchísimo de esa planta para obtener ingresos? Un vecino le aconsejó una fórmula no química a base de hierbas para repelerlos. Desconocemos el final de la historia pero fue muy curioso ver a un ex-monje ‘enojado’ con la acción natural de otro ser vivo.

Mindul Farm

La cena hacia las seis era igual de exquisita que la comida y todo un placer para los sentidos. Antes de empezar, Pi Nan nos hablaba o leía algunos fragmentos que tenía apuntados para hacernos reflexionar. Me acuerdo de uno de ellos y que más tarde supe que era The Giving Tree (El Árbol Generoso), un cuento para pensar escrito por Shel Silverstein en 1964:

Y qué mejor manera de aposentar lo acontecido durante el día que concluirlo con una sesión de meditación en grupo que duraba alrededor de 40 minutos, donde el cuerpo se relajaba en la oscuridad del valle entre sonidos de grillos y acurrucado entre el murmullo de las hojas al ser mecidas por el aire.

La calma de la noche invitaba a dormir. Las cabañas construidas para los voluntarios eran muy básicas, hechas a partir de caña, sin puerta, con un delgado futón y una mosquitera enorme, aunque dudo que los mosquitos sobreviviesen a las temperaturas tan bajas que mis cinco mantas intentaban combatir.

Despertarse con el canto de los gallos y con el sol entrando literalmente por la puerta no tiene precio, al igual que no lo tiene el trabajo de todos y cada uno de los granjeros que cultivan sus parcelas de manera orgánica intentando encontrar un equilibrio y armonía entre la naturaleza y las necesidades alimenticias del hombre. Ahora, más que nunca, somos conscientes del esfuerzo que comporta tener un vegetal en el plato final y a su vez del inmenso potencial contenido que se puede albergar en el interior de la semilla más pequeña que uno se pueda imaginar.

Mindful Farm en imágenes

Más información

  • Mindful Farmers: Puedes contactar a través de su página web o Coachsurfing. El precio del alojamiento y de la comida es de 200 THB al día, ya que todavía se encuentran en las fases iniciales del proyecto.