Al ser humano le gustan las alturas. Tendemos a subir a cotas altas para otear más allá de lo que nuestra estatura real nos permite de por sí. Desde allí, lo grande parece pequeño y las lejanías pierden distancia. Y es en ese instante cuando uno puede medirse en relación al mundo y convertirse en un humilde espectador para quedar maravillado ante el planeta colosal en el que se habita.
Capadocia, ‘tierra de bellos caballos’, es uno de los lugares más únicos para contemplar desde el aire. Su imponente morfología geológica impresiona a vista de pájaro y nos traslada imaginariamente a un paisaje lunar en cuestión de segundos. La erosión caprichosamente bella y aleatoria muestra el poder constante de las fuerzas de la naturaleza a través de los milenios y de cómo los pueblos antiguos asentaron sus moradas sin necesidad de construir edificios. Puro mimetismo con el entorno.
El amanecer es el momento ideal para soltar cabos y desafiar a la gravedad, circulando sin carreteras ni semáforos por el aire. Damos permiso a la libertad para despeinarnos a cambio de ver cómo el sol va descubriendo las venas y las entrañas de Capadocia. Más de 1.000 personas levitando al mismo tiempo en 50 globos que surcan los aires a merced del viento.
Muchas son las empresas que ofrecen la posibilidad de ser pájaro por tiempo limitado (1 hora aproximadamente). La experiencia es magnífica aunque el precio de un vuelo estándar, a nuestro parecer, roza lo exagerado.