Para nosotros los buenos hábitos son fundamentales y como veganos que defienden las costumbres saludables y expresan su respeto hacia la vida, creemos con firmeza que mantener una serie de sencillas pautas pero con sentido pueden ayudar a prevenir y a evitar ciertas situaciones de malestar estando en ruta. Con ello conseguiremos sacar más partido a nuestras energías porque las necesitamos en su plenitud tanto si se trata de un viaje corto como de larga duración.
Durante nuestros meses viajando por el Sureste Asiático hemos añadido a esta lista general pequeños tips que esperamos que te ayuden a prolongar tu preciada salud durante los días que te encuentres fuera de casa. Todos ellos provienen de la experiencia y el respaldo por la vida natural y consciente desde cualquier parte del planeta.
Consejos generales antes de partir
- Los probióticos son un buen aliado de la flora intestinal ya que le aportan una gran cantidad de microorganismos beneficiosos. Como solemos decir, si tu flora está happy, no habrá nada que pueda con ella. Por eso recomendamos que en los días previos al viaje la prepares tomando yogur casero vegano (por ejemplo de anacardo) hecho a partir de cápsulas de probióticos, kefir de coco o de agua, kombucha (kefir de té), chucrut, rejuvelac o incluso con el aún no tan popular té Jun (en su versión vegana). Un gesto sencillo que nos puede librar de la temida ‘descomposición del viajero’.
- Prepararse un neceser saludable de tamaño reducido con elementos que se puedan combinar entre sí para abarcar todas (o casi todas) las situaciones que se puedan dar en el viaje. Personalmente creemos que no hay que llevar un exceso de medicamentos porque hay remedios naturales muchísimo más potentes y efectivos que nos ayudarán a no abusar de los químicos.
- Siempre va bien informarse previamente acerca de la oferta gastronómica típica del país de destino aunque verdaderamente es sobre el propio terreno cuando dispondremos de toda la información para cubrir nuestras necesidades diarias.
Antes de coger un avión
- Dentro del aparato, lo mejor es hidratarse tanto como se pueda ya que nuestro cuerpo se encuentra sometido a una situación extraña dentro de una atmósfera artificial a muchos miles de metros de altura. Allí el nivel de humedad es muy bajo, cosa que hace que la nariz y la boca se resequen. La consecuencia directa es un cambio del sentido del olfato y el gusto que hace que gran parte de nuestras papilas gustativas se queden dormidas. Las comidas de los aviones suelen estar muy potenciadas de sabor para justamente despertar a estos sentidos.
¿Solución? Como no estamos muy a favor de este tipo de preparados te alentamos a beber mucha agua, zumos naturales (si los podemos conseguir antes de entrar en el avión, mejor que mejor) o fruta para no hacer trabajar en exceso a nuestro sistema digestivo en esas condiciones tan adversas.
También podemos llevar nuestro propio surtido de frutas, frutos secos o barritas caseras por si el vuelo es largo e ir consumiéndolas poco a poco.
Consejos generales en destino
Jetlag
Una vez aterrizados, puede darse el factor jetlag si el trayecto ha sido largo pero que podremos reducir sin dificultad alguna ajustando nuestro reloj interno con un simple gesto: tomando el sol y mantener el horario del lugar de destino para reactivar y estimular nuevamente la secreción de melatonina. De esta manera no arrastraremos un cansancio continuo los días siguientes.
Idioma
Si tenemos claro qué queremos evitar comer pero el idioma puede resultar una barrera, te recomendamos que en el momento que encuentres a alguien que sepa hablar inglés y la lengua de allí, te traduzca y escriba en un papel tus peticiones en forma de frases cortas y simples, como por ejemplo: no como carne, no como pescado, no bebo leche, no quiero salsa de pescado ni gamba, no MSG (glutamato monosódico), sin azúcar…
Será más fácil que te entiendan si indicas lo que NO comes que el nombre de vuestro estilo de vida. Te resultarán de muchísima utilidad si no hay ningún restaurante vegetariano a la vista y tienes que acomodarte a restaurantes locales que apenas chapurreen inglés.
Mosquitos
Tanto en el Sureste de Asia como en otros lugares del mundo recomiendan la utilización de sprays antimosquitos con DEET, un potente ‘repelente’ capaz de repeler pulgas, mosquitos y otros muchos insectos. Pero parémonos unos segundos a pensar qué es esta sustancia con la que nos rociaremos y su toxicidad.
«La DEET (N,N-Dietil-meta-toluamida) se desarrolló por el ejército de Estados Unidos en 1946 a partir de la experiencia militar en zonas infectadas de insectos durante la Segunda Guerra Mundial. Fue entonces cuando en 1957 la sustancia quedó registrada para uso público.»
Cada viajero ha de tener la capacidad de libre elección sobre si utilizarlo o no pero no debemos preguntarnos las cosas y no tomarnos a la ligera su uso ya que recordemos que nuestra piel es el órgano más grande del cuerpo y todo lo que acabe absorbiendo irá a parar a nuestro sistema circulatorio.
Creemos que se debería limitar muchísimo su uso aplicando la cantidad necesaria solo sobre la ropa y en zonas con alto peligro de exposición. Ducharse antes de dormir es una acción importante para eliminar aquellos restos que puedan haber sobre la piel.
Tampoco es aconsejable combinar el DEET con la crema solar. Pero que no estemos a favor de este producto no quiere decir que nos guste que nos piquen los mosquitos. Por nuestra experiencia en el Sureste de Asia, aconsejamos:
- Vestir ropa clara y ligera porque éstos se sienten atraídos por los colores oscuros.
- Evitar perfumes y productos con fragancias como colonia, suavizantes o en cremas solares, ya que también atraen a estos insectos.
- Los mosquitos son más frecuentes en zonas húmedas, sombrías y durante el amanecer y el atardecer que es cuando el sol ya no es tan fuerte. A estas horas las camisas y pantalones largos ayudarán a esquivar picadas indeseables, a la vez que nos protegerán del sol.
- Los repelentes a base de aceites esenciales fueron nuestra alternativa natural ya que los mosquitos detestan su olor y aunque deban ser aplicados con más frecuencia que los de base química, son más agradables a la piel y llevan codificado un lenguaje que los mosquitos deberían entender sin complicaciones. Aceites esenciales (algunos previamente diluidos) como el de citronela, neem, árbol del té, geranio o lavanda serán nuestros grandes aliados. Si te pican, se puede aplicar una gotita de aceite esencial de lavanda directamente sobre la piel y sin diluir para calmar el escozor.
Por supuesto, esto no quita que has de extremar las precauciones si visitas zonas más rurales con arrozales o donde la humedad sea considerable y haya alerta de dengue o malaria. - Pero no sólo el aspecto externo es importante porque lo que comamos también ayudará a evitarlos o a atraerlos. Los alimentos picantes y ácidos no son de su gusto pero en cambio les encantan que comamos dulces y azúcar. Por ejemplo, consumir naranjas, limones, kiwis o fresas, consideradas frutas ácidas, ayudarán a transpirar menos sustancia ‘atractiva’. En cambio el plátano, mango o melón son dulces por lo que se sentirán más interesados en nosotros.
Pero por supuesto, eso no quiere decir que no sea posible disfrutar de un batido recién hecho de mango fresco en Tailandia… simplemente te animamos a conocer qué tipo de alimentos influyen de una manera u otra en vuestra relación con los mosquitos del entorno y a evitar naturalmente su interacción con vuestra piel.
En zonas tropicales del sureste asiático, utilizan las hojas de neem y de kaffir como repelente natural. Las últimas también aportan una fragancia alimonada y fresca en los curries.
Protectores solares
Como comentábamos anteriormente, la piel es el órgano más grande de nuestro cuerpo y como tal debemos cuidarlo porque en cuestiones que conciernen al sol, tiene demasiada buena memoria.
Desconfiamos totalmente de los protectores solares ya que aunque no lo parezca, contienen sustancias dañinas para nuestra salud que se deben evitar a toda costa. Debemos huir de las cremas químicas ya que contienen nanopartículas (por eso la crema blanca desaparece y queda transparente) que penetran en nuestra piel y van directas al torrente sanguíneo. Los sprays no son nada recomendables y si a más a más combinamos la crema con repelente de mosquitos entre otras sustancias, tendremos un cóctel altamente nocivo para la salud.
Entonces… ¿existen alternativas para protegerse del sol? ¿Qué hacíamos antes de que existieran las cremas solares? En Myanmar utilizan thanaka para protegerse la piel y todos los países productores de arroz se tapan por completo. Queda claro que cubrirse con un sombrero y prendas largas es la mejor manera de no lastimar nuestra piel. Las de algodón tienen de por sí un SPF de 15 y esquivar las horas punta de más sol es el consejo más sabio y popular que te podemos dar. Fuera de esta franja, no hay peligro y aprovecharemos entonces para recibir una buena dosis de vitamina D durante 20 minutos.
Pero como sabemos, muchas veces al viajar es inevitable quedar expuesto al sol por lo que es aconsejable recurrir a los protectores con filtro mineral de zinc y sin nanopartículas. Este mineral actuará como barrera protectora e impedirá que la radiación UV llegue a las capas inferiores de la piel.
Tenemos la enorme suerte de conocer a Fernanda, quien nos la elabora de manera casera a partir de ingredientes 100% veganos como manteca de karité, ceras de candelilla y carnaúba, óxido de zinc (sin nanopartículas), vitamina E y aceites de sésamo, coco, zanahoria y frambuesa. Una barrera efectiva y sin químicos. Es posible contactar con ella a través de su Facebook Nandasica.
Alimentarse saludablemente en el Sureste Asiático
- En países con altos niveles de humedad apetece disfrutar de la sensación fría de las bebidas con hielo para ayudarnos a soportar el calor, pero según nuestra temperatura interna pueden no sentarnos tan bien como esperamos. Además, en ciertas zonas es recomendable evitarlo por completo al desconocer la procedencia del agua a partir de la que se ha extraído.
- Hidratarse durante el día es fundamental y sobr etodo cuando estas condiciones de humedad son notables. Zumos, batidos, licuados de frutas o verduras (si fueran orgánicos sería la bomba) y agua, mucha agua para recuperar líquidos. La embotellada es la opción más segura y en el caso de que puedas escoger, que ésta sea de baja mineralización (con poco sodio).
- A los países del Sureste Asiático les encanta el azúcar (a veces blanca, a veces de caña) y no es extraño que los zumos o platos populares vengan con una dosis extra de dulzor. Para evitarlo y aunque pueda parecer algo obvio, es mejor siempre decir ‘no sugar please‘.
- Si crees haber consumido más azúcar de lo que has sido consciente, bebe agua de coco joven, la fruta tropical por excelencia de los climas exóticos. Ésta regula el azúcar en sangre, es altamente alcalina a la vez que rehidrata el cuerpo con sus sales naturales. Si alguna vez naufragásemos en una isla, la única cosa que pediríamos es que estuviera llena de cocos.
- Aunque el arroz blanco sea el más popular, también podemos encontrar el integral y el rojo que llenarán tus platos de otras texturas y propiedades más beneficiosas que no el blanco.
- Al igual que el arroz, la soja es uno de los productos más extendidos en todas sus variantes: tofu, tempeh y leche. Hay que vigilar que estas últimas que se venden en los supermercados tienen poca legumbre y mucho azúcar y a veces contienen un tanto por ciento de leche en polvo, como la marca Lactasoy. En Tailandia es popular el egg tofu.
- Evitar el exceso de fritos es una buena manera de mantener a nuestro organismo limpio. Cuando las grasas y aceites refinados se calientan a altas temperaturas se vuelven tóxicos y es una carga muy pesada en todos los sentidos. En los mercados callejeros asiáticos abundan este tipo de frituras con aceites baratos recalentados infinidad de veces (por desconocimiento de la población). Por supuesto que no pasará nada si los comemos pero para viajes largos, lo conveniente es no abusar de ellos. En su lugar, los platos preparados al vapor son la mejor opción ya que se corresponde a la manera tradicional de cómo cocinaban los alimentos previa aparición de los aceites refinados.
- Apuntarse a clases de cocina es una buena manera de introducirse en la gastronomía del país y conocer de primera mano los ingredientes de los que se componen los platos más típicos. Hay lugares como Chiang Mai (Tailandia), Luang Prabang (Laos), Saigon (Vietnam) o Bali (Indonesia) donde resulta muy fácil acomodarse como vegetariano o vegano. Allí descubrirás qué platos suelen llevar azúcar, aceite de palma refinado o MSG. El chef te aconsejará cómo pedirlos en los restaurantes de manera veganizada y sin ingredientes indeseables.
- Si tienes la enorme suerte de disponer de cocina y optas por el DIY (prepararte tú mismo/a la comida), podrás cocinarte platos teniendo el control absoluto, aunque a veces sea más caro que comer en la propia calle. Practicando Couchsurfing es una buena manera de compartir, aprender y recordar los sabores de tu país.
- Singapur, Chiang Mai o Bali son lugares a los que llamamos ciudades spa para gente verde. Recargar pilas y energías con kombuchas, zumos y licuados verdes orgánicos o chupitos de wheatgrass, nutren al viajero en cuerpo y alma.
- Después de todo esto, lo que no debemos olvidar es de disfrutar. Quizás no controlemos el 100% de lo que comamos pero no debemos dejar que la obsesión de la perfección nos impida disfrutar del viaje y de la vida en sí.
La regla de oro que prevalecería ante todo esto es que nuestra comida intente ser lo más casera, pura y artesanal posible. Los alimentos procesados e industrializados se están expandiendo por lugares remotos y a veces es más fácil encontrar comida empaquetada que fruta fresca. Estamos hechos a partir del combustible que escogemos para seguir en marcha.
Esperamos que estás cápsulas de consejos te sean de gran utilidad y que en el futuro podamos ir ampliándola poco a poco para el uso y disfrute de todos los viajeros.