«Hay que dejar de ser árbol para volver a nuestra forma original de semilla», dijo el monje budista. «En ellas se encuentra el origen de la esencia natural, de nuestro perfume singular y debemos mantenernos como tal ya que todas aquellas raíces que echemos serán vínculos que nos condicionarán a lo largo de nuestra vida. Sólo si entiendes tu naturaleza, entenderás al mundo entero.”
Después de 3 horas de charla monacal arropada de cítricas túnicas, las nociones básicas de filosofía Budista que conocía y por la que siento gran simpatía, se asentaron un poco más dentro de mi mentes anhelante de respuestas a preguntas altamente existenciales.
“Somos los únicos responsables de nosotros mismos” —continuó, “por lo que debemos cuidar la energía de nuestras intenciones para que las consecuentes acciones no se vean condicionadas por su inconmensurable poder”.
Toda la razón. Dicho así suena lógico y practicable, pero hoy en día parece que nos hemos olvidado de ser conscientes de nuestros actos: los estímulos externos nos ahogan, aún ignorantes estamos todavía “dormidos” y perdemos muchas veces la percepción acerca de lo que pensamos, sentimos o hacemos, dejándonos llevar por pasiones y pensamientos sin filtrar que pueden derivar en emociones conflictivas que acarrean actos muy desacertados. Piloto automático on.
Según el monje, estamos sometidos bajo la ley cósmica invisible, el Karma, y las acciones tanto pasadas como presentes condicionan y condicionarán nuestra cuenta personal: dispondremos de una tarjeta de crédito acumulativa que llevaremos en el bolsillo a lo largo de nuestras sucesivas vidas, por lo que conviene que sus fondos estén tintados de números verdes y tirando siempre al alza. Con ello acumularemos buen Karma y disminuiremos así esta deuda intransferible debida a prácticas erróneas cometidas en vidas anteriores.
“¿Hay alguna manera de reducir nuestra deuda Kármica?”, —pregunté al monje, intentando averiguar si por casualidad sabía la respuesta mágica capaz de aliviar el mal colectivo. “El mal Karma es como un vaso de agua con veneno: si lo bebemos tal cual es posible que nos acabe dañando pero, si vamos agregando más agua (es decir, ejercemos el bien en nuestra vida), el veneno se irá diluyendo poco a poco siendo cada vez menos perjudicial”. Cómo les gustan los símiles a los monjes. Tienen respuestas para todo.
Ricos y pobres, concepciones difíciles, conexiones entre los miembros de la familia que se mantienen a lo largo de las vidas, casualidades no tan casuales… Por lo visto, el Karma está detrás de todo y nada ni nadie se escapa a las reglas de este principio universal.
Deduzco por las explicaciones del monje, que la aceptación de todo lo que nos acontece en la vida es la clave para evitar el sufrimiento personal. No nos queda entonces más remedio que asumir que estamos padeciendo y/o disfrutando la consecuencia directa de algo que nosotros mismos hemos provocado antes. Algo así como un cielo o infierno dentro de la propia vida. Deberíamos pues aprender a canalizarla de la manera más adecuada y positiva haciendo uso de la mirada interior para hallar una respuesta que nos haga encontrar un punto de lucidez y asentimiento.
“En clase solemos estudiar a los filósofos y pensadores occidentales que intentan buscar un argumento racional al comportamiento y naturaleza del ser humano pero vemos como algunos de ellos, frustrados ante esa búsqueda no fructífera, acaban rozando la locura. El budismo no intenta buscar la explicación de la índole de las personas, simplemente acepta y utiliza dicha naturaleza humana junto a sus virtudes para disfrutar de una vida libre de sufrimientos”.
Entendido. Me reafirmo nuevamente que la introspección individual es la clave para volver a recuperar esa esencia en forma de semilla que alberga un potencial abrumador y revelador que facilitará saber quiénes somos en realidad.
“¿Pero cómo?” — “Durante el día nuestra mente está constantemente bombardeada con distracciones externas que bloquean de manera unidireccional el canal de comunicación interior quedando limitada a escuchar y a cumplir sus funciones primitivas de supervivencia. En el momento en que dejemos de mantenerla ocupada y apaguemos todos nuestros sentidos físicos, será entonces cuando experimentaremos su autenticidad y advertiremos la realidad de su dimensión. Esos momentos de clarividencia y conexión se darán tanto practicando la meditación como dejándose llevar por el mundo de los sueños. Cuando no haya nueva información entrante que distraiga, la mente trabajará por sí misma analizando la realidad y dando respuesta a todo”.
No le falta razón. ¿Cuántas veces hemos disfrutado de un momento de claridad espontánea obteniendo la solución buscada durante días?
Bajo el dominio de estos estímulos externos a los que hace referencia, queda patente que tanto en las universidades como en los centros de culto, la sociedad moderna ha incidido de manera directa en la forma de vivir de monjes y novicios por lo que, no pude resistirme a entrar en la cuestión: “Pero, qué hay de los móviles, las cámaras, los ordenadores o el dinero que vemos utilizar a los monjes?” — “La economía es un medio para comprar aquello que tan sólo necesitamos y la tecnología es una adaptación a los tiempos actuales a la que no sucumbimos no siendo esclavos ni siendo dependientes”. Interesante aclaración aunque dinero y monje me suena más a oxímoron que a otra cosa.
Como vegana, sentía desconcierto hacia todos aquellos monjes y novicios a los que había visto comer carne en Tailandia ya que uno de los preceptos básicos de esta guía práctica para la vida se basa en no matar a ningún ser sintiente. “No estamos obligados a llevar un estilo de vida vegetariano ya que dependemos de las donaciones de la gente para sustentarnos y que no podemos rechazar bajo ningún concepto. Si tomamos carne, lo hacemos con plena consciencia y con la intención de alimentarnos con total agradecimiento para sobrevivir”. Está claro que Buda sugirió a sus discípulos no dañar a ningún ser vivo pero, ¿cuál es la intención de los que compran carne con dinero de las donaciones?
“Entonces, ¿puede ser que el mensaje inicial de Buda se haya diluido con el tiempo?” — “En cualquier lugar del mundo, los océanos y mares saben idénticamente: su gusto es salado”, apuntó con otro símil. “Disponemos de las escrituras originales de Buda que todo estudiante debe conocer con lo que la enseñanza se mantiene completamente intacta, pero son las interpretaciones y experiencias personales que cada individuo realice las que definirán sus actos en función a sus convicciones. Habrá tantos caminos de aprendizaje del budismo como personas”.
«Quizás todo esto puede parecer muy complejo, pero no se necesita más que seguir el camino de la lógica de la esencia humana, que acaba siendo el más simple. Hay que trabajar y cultivar la mente de manera intrínseca para que la experiencia pueda surgir mediante la meditación”.
Dichosos unos y desventurados otros, el Karma parece tener la explicación para todo aquello que el sentido común necesita justificar. No sé si tengo clara mis respuestas al por qué de las bendiciones o maldiciones de mi vida. Me gustaría pensar que no estoy sometida del todo a la merced caprichosa del destino y que mis acciones diarias son las que definen el siguiente tramo del camino. Quién sabe. A lo mejor estoy girando en la rueda del samsara con el piloto automático puesto y yo aquí creyendo que tengo la sartén por el mango…
Budismo en Tailandia
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