Viernes 31 de diciembre, con 18ºC en Barcelona, en pleno supuesto invierno (y ya formando parte de las temperaturas más altas registradas en 20 años), me viene al pelo empezar este último post de 2022 mencionando a la película Don’t look up.
No mires arriba presenta una sátira perfecta para la era anti-ciencia en la que vivimos. No voy a dar spoilers, ni decir nada que no aparezca en el trailer. Simplemente remarcar que ese cometa que se acerca desafiante a la Tierra viene a ser como nuestra actual indiferencia para abordar el cambio climático.
La mezcla entre miopía y torpeza humana que tienen los personajes para enfrentarse con seriedad a esta amenaza, es tan preocupante en la ficción como en el mundo real: en 2021 todavía hay gente que cree que el calentamiento global no existe.
Lo siento. No se puede creer en la ciencia a veces sí, a veces no. Es como un embarazo: o es real o no existe. Las mujeres no están embarazadas a medias. Aquí no hay escala de grises. No estamos hablando de algo que no vemos. El cambio climático no depende de la fábrica aleatoria de la vida. La crisis climática es una consecuencia directa de la manera en que vivimos, comemos, consumimos y nos desplazamos.
En términos viajeriles, que es de lo que va este blog, y en vistas de lo poco que hemos aprendido en los últimos años o lo nada que nos importa cambiar la manera en que viajamos, el turismo ha de ser sostenible o no será.
La tendencia de los viajes ha sido convertirse en una actividad desequilibrada en la que unos se llenan los bolsillos más que otros. Ha dejado de ser un win-win a partes iguales y aquellos/as que tenemos el privilegio de viajar, posiblemente, nos llevemos más a casa que lo que podamos dejar atrás en el destino.
Como soy muy fan de la frase own your decisions, me gustaría pedirte que este año seas dueño/a de tus propias decisiones, no dejes que otros/as decidan por ti.
Que asumas que la voluntad de apostar por un viaje de carácter más sostenible va a recompensarte de tal forma que, una vez lo pruebes, no concebirás otra manera de hacerlo.
Que si queremos seguir viajando necesitamos reinventar nuestra manera de conocer e interactuar con el mundo por tal de que quede un poquito mejor y más en paz a nuestro paso.
Asumir responsabilidades para que estas se transformen en cambios nutritivos a todos los niveles, es un acto poderosamente liberador.
Porque sería muy triste que si no hacemos nada para estimular conversaciones y acciones que cuestionen nuestros encastados (y casposos) hábitos, llegue un día en que sea demasiado tarde y nos quedemos con la pregunta final en la boca de: ¿podríamos haber hecho algo más?
En resumen, estos son mis deseos para el 2022, y en adelante:
- Piensa en tus razones para viajar y cómo puedes crear un impacto positivo (comportamiento con los lugareños y los animales, generando menos basura, comiendo más vegetales…).
- A la hora de moverte, estudia cuál es la ruta más eficiente; y si coges un avión intenta que sea lo más directo posible.
- Apuesta por el transporte terrestre en distancias que se pueden cubrir a la perfección con estos medios.
- Viaja menos pero durante más tiempo. Viaja más despacio y con calidad.
- Si viajas en grupo, sé crítico/a con la empresa que optes y su compromiso con el destino.
- Combate el sobreturismo visitando destinos menos conocidos (entiende destinos como calle/ciudad/país) o viajando fuera de temporada.
- Fotografía con respeto y ética humana.
- Sé responsable de las geoetiquetas de tus fotos si las compartes masivamente. Puede que estés condenando un paraíso desconocido (y a su gente) por un mísero puñado de likes.
- Visita lugares y descubre actividades que apoyen el desarrollo sostenible.
- Salvaguarda la cultura propia de cada país apoyando las tradiciones de una manera sana y protegiendo su patrimonio sin convertirlo en un circo en el que sus habitantes sientan que están en un zoo de personas.
Por un nuevo año de viajes más sostenibles,
Sandra