Santiguarse 3 veces cada vez que ven una iglesia mientras conducen con una mano a toda velocidad por un carril imaginario que solo ellos ven, es cosa de georgianos.
Ellas visten falda y les gustan los hombres grandes, anchos y corpulentos. A ellos, la hospitalidad les rebosa por doquier y ya pueden ver al extranjero cara de no entender nada que ellos seguirán insistiendo con su ‘da da’ en ruso. Eso sí, con una amplia sonrisa que precede a una copita de chacha casero.
Verde por arriba. Sequísimo por abajo. Un gran país habitado por gente extremadamente cálida que aunque cabalgue entre dos continentes, su carácter generoso les define a la perfección como un pueblo noble y sociable cuyas raíces están asentadas en una de las más antiguas civilizaciones del mundo.