Como si nos tratásemos de la mismísima reencarnación de Ulises y su tripulación en La Odisea, embarcamos en un recorrido naval apasionante alrededor de 7 de las Islas Cícladas. No escuchamos cantar a ninguna sirena traviesa con intenciones musicales malvadas pero os confieso que a diferencia del héroe griego, sí caímos rendidos al hechizo embriagador del ronroneo de los gatos: es tal la población de este felino doméstico en las islas que podríamos clasificarlos en fotogénicos, ariscos y zalameros, siendo éstos últimos los que con su cortejo de serpiente alrededor de las piernas, daban la bienvenida a la Grecia en formato isla.
A primer golpe de vista, las Cícladas están inmersas en un hermosísimo mar turquesa de diferentes tonos azules del que es difícil no enamorarse y en el que posiblemente, alguna divinidad con un mouse en la mano aportó unas pinceladas de saturación celestial casi de otro mundo. Y es que sus aguas hacen replantearte la gama de azules que crees conocer tan al dedillo.
Decidir a cuáles de ellas ir y no acabar perdido en un mar de dudas, fue pura cuestión de dejarse llevar por las recomendaciones de Stella, la chica que nos cedió el piso en Atenas. Gran conocedora de su país y con una especie de alergia a lo típico, sabía lo que buscábamos exactamente y aunque Mykonos o Santorini podían formar parte de la ruta turística natural, nos hizo descubrir auténticas perlas como Koufonissia, Amorgos, Folegandros o Milos, que resultaron ser las grandes estrellas del recorrido.
Y es que al pisar territorio isleño, cambia la manera de ver la vida de los griegos: son las calles blancas castizas inundadas de ventanas y las puertas azules las que llenarán hasta el último recoveco de memoria de vuestra cámara, eso sí, en formato vertical porque el horizontal pierde la partida ante la estrechez de tales pasajes. Es relativamente fácil dejarse seducir por las alfombras púrpuras de buganvilias cubriendo suelos empedrados listos para jugar a la rayuela si se diera el caso. Porque las Cícladas son fotogénicas a rabiar, empezando por sus minimalistas curvas infinitas y acabando por todos los detalles rústicos en añil que la completan.
La población de las Cícladas suele triplicarse en los meses de verano, con lo que la mayoría de locales hacen su particular Agosto en estas fechas. Lo que ganen será suficiente para estirarlo durante todo el año. En invierno, las islas cambian su fisonomía por completo y muchos de los griegos de tierra firme vuelven a sus hogares en Atenas para continuar con su vida fuera de la temporada alta.
Cuándo viajar
Ir a estos paraísos mediterráneos y no disfrutar de sus aguas, playas y buen clima sería un pecado de los grandes, aunque bien es sabido que tienen una fama de excesiva saturación durante los meses de verano, por lo que el momento ideal es ir en Septiembre: la masa de turistas baja, ya no es necesario reservar los trayectos entre islas (aunque la frecuencia disminuye, sobre todo a partir de la segunda quincena) y la disponibilidad de camas no tiene porqué ser un problema. Y todo esto con una temperatura envidiable que nos permite darnos un buen chapuzón en cualquiera de sus encantadoras playas.
Donde dormir
A menos que se viaje en temporada alta, reservar no es requisito indispensable para moverse por las islas sin un plan definido.
Al llegar al puerto, encontraremos a lugareños con cartelitos (algunos con dossieres llenos de fotos) llamando tu atención para ofrecer hospedaje en hostales, hoteles o villas, con sus respectivos precios, lo que hace más atractiva la competencia al tener más variedad de elección. Preguntad dónde está situado (este punto es importante porque va ligado intrínsecamente al coste y puede que esté en un lugar remoto en el que necesitéis moto o transporte público para moveros), el precio y qué comodidades ofrece. Todos os llevarán gratuitamente al alojamiento escogido.
Moverse y transporte
Una de las preocupaciones iniciales era si sería posible reservar billetes de ferry el mismo día de partida, ya que no acabábamos de saber bien cuánto tiempo íbamos a estar en cada isla. La respuesta es que sí, ya que nos salimos de la época estival y es pan comido hacerse con uno en cualquier oficina cercana al puerto. Siempre habrá dos opciones: la vía lenta y la vía rápida, muy fáciles de distinguir tanto por el precio como por el tiempo. Si disponéis de conexión a Internet, viene bien tener presente Ferries in Greece para saber de antemano los horarios y los precios antes de comprarlos in situ en las oficinas cercanas a los puertos en el mismo día.
¿Tiempo o dinero? En condiciones de mala mar (o con poco tiempo que perder) recomiendo encarecidamente los High Speed con los que saltaréis de isla en isla en un abrir y cerrar de ojos. Quizás no sea posible disfrutar de la suave brisa marina en cubierta o de salpicones inesperados de agua pero a cambio, llegaréis en la mitad de tiempo que los convencionales y los susceptibles al mar se ahorrarán algún que otro movimiento de oleaje en su estómago.
Para aquellos con un presupuesto más ajustado y grandes dosis de paciencia, los lentos son una buena alternativa para el bolsillo: barcos modestos con relojes con manecillas que parecen no avanzar, paradas en islas que no acabas de situar en el mapa y vaivenes contínuos un tanto indeseables (mi estómago todavía se acuerda del trayecto Koufonissia-Amorgos) son algunas de las peculiaridades de esta opción pero que con un buen libro o simplemente pensar con los ojos cerrados, se hará mucho más llevadero.
El trayecto más caro será el primero que os lleve fuera de Atenas y a su vez, el último que os retorne a ella (salir de la capital cuesta sobre 45€ por persona). El resto pueden ser tan económicos para el bolsillo como 7€. A partir de mediados de septiembre la frecuencia de ferries cae en picado (por ejemplo, a finales de este mes la conexión entre algunas islas es cada 5 o 7 días) y algunos barcos rápidos cesan sus servicios por lo que es más que conveniente que si viajáis por esas fechas, tengáis una ruta planeada para no quedaros en tierra firme replanteando un camino alternativo que consumirá vuestro tiempo.
Una vez en las islas, moverse en moto es práctico y muy económico ya que os permitirá desplazaros con plena autonomía e independencia. A diferencia de la capital, llevar casco es opcional y si la isla es lo suficientemente pequeña y poco transitada (asumiendo que los griegos son algo temerarios al volante), es un placer notar el viento en el rostro y el revoloteo del cabello ondulando con total libertad.
Coste
Pese a que Grecia está atravesando por un momento económico difícil, los precios dentro de las islas se mantienen similares a los de España ya que son los turistas los que aportarán gran parte del impulso monetario con el que subsistirán fuera de la temporada alta durante el resto del año. Por supuesto, Mykonos y Santorini no se escapan del plus extra como islas archiconocidas que son.
Comer Vegano en Grecia
Al igual que en Grecia mainland, ser veganos en las islas ha resultado ser más fácil de lo que penábamos gracias a la buena selección de entrantes (mezedhes) y platos principales de carácter vegetal en las cartas y menús. Para asegurarse bien, basta con preguntar amablemente qué ingredientes son los que componen el plato escogido, ya que muchos pueden contener yogur, queso, huevo o estar hervidos con caldo animal. Pero siempre encontraréis un plato libre de ingredientes animales, aunque la comida del día consista en pan mojado en entrantes.
Posiblemente las islas hayan sido el lugar donde más greek salads sin feta, stuffed tomatoes, favas y melitzanosaltas haya comido, pero lo más curioso de todo ésto es que ninguno sabía igual, lo que los hace todavía más únicos y especiales, con los toques peculiares que corresponden a la forma de entender la gastronomía en cada una de ellas.
Muchos restaurantes familiares disponen de huerto propio del que se abastecen para hacer los platos más típicos. Así que es todo un gustazo que te digan que las judías verdes que tienes enfrente de tus ojos han sido cogidas esa misma mañana y que están libres de química y pesticidas. Agricultura íntima y hogareña, como la de antes.
La regla básica que seguíamos para saber si un restaurante era ‘caro’ fue la de fijarnos en el precio de la melitzanosalatas (paté de berenjena): si ésta no superaba los 3€, el resto de precios les gustaban sí o sí a nuestros bolsillos. En locales más o menos económicos y caseros, los entrantes solían oscilar entre los 2-5€, las ensaladas griegas a 3-4€ y los principales entre 4-7€. En todos sirven rodajas de pan, que nunca se escaparon de ser mojadas en los excelentes aceites griegos para ir haciendo boca durante la espera.
Encontrar tiendas con productos vegetales como tofu o bebidas licuadas es misión imposible por lo que habrá que recurrir a los supermercados locales a armarse de baratísimos racimos de uvas y frutos secos.
Algunos consejos útiles
- Vuestros ojos pueden quedar resentidos a causa del tono blanco nuclear con el que están barnizadas las paredes de las casas en las islas, así que unas buenas gafas os irán de perlas.
Más información
- Moverse en ferry: Ferries in Greece
- Buenas guías imprimibles sobre las islas Cícladas: Cycladia
- Listado de alojamientos en todas las islas (columna derecha): Greek Island Portal
- Información sobre el veganismo en Grecia: Vegan travel in the Greek Islands