Los mejores cielos estrellados

«Los pies en la tierra, las manos en el trabajo y la mirada siempre al cielo.»

Manto de estrellas sobre Bromo

Os habéis preguntado alguna vez cuánta gente en algún lugar del mundo habrá visto pasar esa estrella fugaz que justo acabáis de ver caer? La realidad es que es una sensación tan mágica que hace sentirte muy pero que muy pequeño a los pies de la gran cúpula negra del universo.

Durante la noche, las «luces» se apagan y el cosmos se deja ver tal y como es, enigmáticamente increíble. Sus más profundas entrañas quedan expuestas sin tapujos y es en ese momento cuando me siento más observada que nunca, al descubierto ante la magnitud de la existencia de la vida.

Aviones trasnochadores, satélites acechadores, aves migratorias, tormentas furiosas o estrellas fantasmas que todavía emiten luz pero que ya han desaparecido, son algunos de los personajes de la auténtica noche estrellada (alejada de toda urbe contaminante) y que representan su función día tras día al caer el sol: un espectáculo que nunca se repite y que provoca entre sus observadores una tortículis aguda a la vez que placentera, dejándonos completamente maravillados y embriagados de felicidad espacial.

Mi fascinación ante la cúpula a oscuras es tal que me es imposible olvidar esos asombrosos instantes vividos en algunos de los rincones de este gran planeta, la crème de la crème de nuestras noches estrelladas:

Estrellas en Koufonissia (Islas griegas)

  1. Koufonissia (Grecia)
    Fue en esta isla cíclada donde puede contar casi todas las pecas del ombligo del universo y trazar mis propias constelaciones imaginarias. No tuve que esperar mucho para que la bóveda nocturna me regalara 5 estrellas fugaces en menos de 5 minutos.
  2. Creta (Grecia)
    ¿Os imagináis estar charlando a la fresca, con un techo de viñas cubriendo vuestros pensamientos, con el mar de fondo y que de golpe se apaguen todas las luces? Ocurrió en el pueblo de Balí y estábamos acompañados de Agnes y Greg, una pareja de polacos que disfrutaban de su luna de miel. Oblongas nebulosas y estrellas como puños quedaron grabadas tanto en el firmamento como en nuestras mentes.
  3. Volcán Bromo (Java, Indonesia)
    Percibimos su potencial aún no habiéndolo visto durante el día. El humeante Bromo se aposentaba bajo nuestros pies en la oscuridad de su cráter y el firmamento lucía rabioso abrigándonos con un acogedor manto de brillantes estrellas a la espera de que el alba descubriera la inmensidad de su caldera y su mar de arena colosal.
  4. Miyako (Japón)
    El desfile de acontecimientos que presenciamos en la playa de Painagama en menos de 10 minutos fue apabullante: a un lado, una tormenta tenebrosa con todo tipo de relámpagos que acechaba las costas de la isla; a otro una procesión de estrellas fugaces incesantes y a nuestros pies, el movimiento curioso de los cangrejos nocturnos que jugaban al escondite.
  5. Hateruma (Japón)
    Perteneciente al conjunto de las Yaeyama, es la isla por excelencia para ver cielos estrellados de ensueño gracias a su aislado emplazamiento, siendo a su vez el punto más meridional de todo Japón y desde donde es muy fácil divisar la Cruz del Sur. Cosas de la vida, que las 2 noches que pasamos allí fueron noches de luna llena. Fue tan deslumbrante que inventaba sombras allá donde no las había. Esta vez no vimos las profundidades del espacio pero resultó un placer caminar en medio de la nada sin linterna alguna.

Y como bien dijo Vang Gogh en una carta a su hermana en 1888…

«La noche es aún más rica en colores que el día… Si sólo se presta atención a la misma, podemos ver que algunas estrellas son de color amarillo limón, mientras que otras tienen un brillo de color rosa-verde-azulado, de una brillantez inolvidable. Y sin mi expiación sobre este tema, debe quedar claro que al poner pequeños puntos blancos en una superficie azul-negro nunca será suficiente…»