Querido mundo,
Como dijo el dramaturgo Williams Tenesse, «Siempre hay un momento para partir incluso cuando no hay un destino cierto al que ir».
Después de 10 meses circulando por Asia, llegó el momento de volver a casa tras visitar la asombrante Tailandia, el salvaje Laos, la amable Camboya, el verde Vietnam, la variopinta Malasia, el disciplinado Singapur, la embriagadora Myanmar y la colosal Indonesia. El sureste asiático en estado puro. Todos diferentes. Todos únicos. Cientos de caras anónimas con cientos de historias que contar.
Hemos observado cómo crece el arroz bajo dos únicas estaciones, una sofocantemente húmeda y otra húmedamente lluviosa. Hemos visto pobreza exterior, hemos visto riqueza interior. Hemos descubierto sonrisas que nos han reconfortado aún estando muy lejos de eso que llamamos ‘casa’. Hemos salido de nuestra zona de confort, de la burbuja invisible cotidiana para corroborar de que fuera de ella sigue habiendo vida, mucha vida de la que aprender e inspirarse. Nos hemos dado cuenta que realmente necesitamos muy poco para vivir. Hemos comprendido de que todo, absolutamente todo, es posible y la gente del mundo nos da lecciones de ello cada día, a cada hora.
Es curioso como los de occidente nos sentimos atraídos por el exotismo de los de oriente y los de oriente, por los avances de nuestra vida moderna de occidente. Unos quieren volver a la esencia de las cosas sencillas y los otros, corren a marchas forzadas para no perderse nada, para no quedarse atrás, pensando que todo lo que hace el lado izquierdo es atractivo y por lo tanto, bueno. Alguien podría decir que sus vidas han mejorado gracias a nosotros. En parte, ya que también hemos traído la globalización para que los del Este nos sintamos como en casa fuera de ella. Una semilla de colonización moderna a unos pueblos que nada tienen que envidiar a los de occidente.
Ser vegano no siempre ha sido fácil, pero nunca imposible. No somos los mismos que empezaron a viajar en febrero. Es ahora cuando entendemos el veganismo desde un punto de mira más amplio, más completo, más tolerante hacia el mundo porque éste nos ha brindado siempre tolerancia en cada plato de comida. Nos sentimos enormemente agradecidos y afortunados de haber compartido mesa con él.
«Lo importante es no dejar de hacerse preguntas» decía Einstein. Cuando nos cuestionamos cosas adquirimos inmediatamente un nivel de conciencia superior y ahora más que nunca la gente se mueve, viaja, necesita respuestas y empieza a despertarse. Quieren abrazar a la vida de otra manera diferente a la que ya conocen. Se dan cuenta de que la ecuación del bienestar no sigue una fórmula matemática, no es igual para todos así que la buscan y la rebuscan sumando, restando, dividiendo y potenciándola hasta llegar al resultado final que todos anhelamos: ser sencillamente felices con nuestra propia expresión de vida…
Nos vamos, con mucho aprendido aunque también con la sensación de que nos queda muchísimo más por aprender. Pero poco a poco, necesitamos reordenar experiencias, reposarlas, asimilarlas y escribirlas antes de que a la antojadiza memoria le dé por ser selectiva y hacer de las suyas.
Paramos para tomar aire y coger carrerilla. Nos vamos para echarte de menos. Regresamos para volver de seguida. Aparcamos por un momento nuestra mochila para vaciarla y dejar espacio a futuras vivencias.
Esperamos verte muy pronto de nuevo. Siempre tuyos,
Viajeros reverdes