Merhaba mundo,
Ya ha pasado más de una semana desde que llegamos a Estambul y no sabemos cómo lo haces pero el tiempo ha vuelto a expandirse. Nuestro reloj interno ya está de nuevo en modo viaje y sin siquiera darnos cuenta, nos encontramos pisando el mismo asfalto donde romanos, bizantinos y otomanos construyeron los cimientos de una polis demasiado occidental para ser asiática y demasiado asiática para ser occidental.
Moderna y vetusta, recatada y liberal. Porteadores que levantan cinco veces su masa, básculas que buscan a alguien a quien pesar, kebabs que han perdido el norte dando vueltas. El pasado mercantil está integrado en el ADN de cada una de sus células y los sucesivos contrastes diarios se respiran en calles traseras donde parece ser, que el tiempo se ha detenido a tomarse un té turco sin prisa alguna.
Con esta calma integrada en el cuerpo, contemplamos pues cada atardecer, a la espera de que alguna alfombra voladora discurra entre las siluetas de las mezquitas que definen el horizonte de esta ciudad asentada entre dos continentes.
Siempre tuyos,
Viajeros reverdes