Hola Mundo,
Alquilar un coche nos ha permitido explorar lugares remotos del noreste de Anatolia. Casi en solitario, las carreteras zigzagueantes nos han llevado a desfiladeros imposibles, estepas infinitas y pastos lozanos habitados por lugareños sin reloj.
En ellas, la vida parece que transcurra muy ajena al resto del mundo, como si las preocupaciones mundanas se limitaran a acompañar a las vacas a pasturar, detenerse a tomar un çai en mitad del camino, pasear sin importar la distancia o tener conversaciones acerca de si las nubes venideras traerán o no tormenta.
Reflexionamos acerca de cómo ocupamos el tiempo. Quizás nos convencemos de que necesitamos cubrir y estructurar al límite todos los minutos de nuestras jornadas para que, al final de nuestros días hagamos cálculos y las cuentas cuadren. Los hemos ocupado todos. Nada de huecos vacíos. Obtendremos entonces esa sensación controlada de que hemos aprovechado hasta el último segundo de esta existencia regalada.
En este mundo apresurado de distracciones inmediatas donde creemos que tenemos tantas cosas por hacer, empleamos las horas en aportar calidad a la vida? Nos enfocamos en la dirección correcta para atender lo realmente importante? Somos soberanos de aquellos minutos encerrados en nuestros relojes? O son ellos los que nos cronometran a nosotros?
Se acerca tormenta y las primeras gotas caen destemplando nuestro té turco que como la propia vida, hemos decidido beber a sorbos degustando cada matiz y textura llegando a la sencilla conclusión de que no hay tanto por hacer y demasiado que disfrutar. Queremos dedicar todas las energías a aquello que nos haga sentir plenos y extremamente felices. Que nada ni nadie nos borre esa sonrisa innata predestinada a ser esbozada y no contenida.
Un enorme y cálido abrazo turco,
Viajeros Reverdes